sábado, 5 de diciembre de 2009

Amor bizarro: japo se casa con videojuego

Acabo de salir de vacaciones y, aunque me he propuesto escribir, no tengo nada interesante por el momento. Me deprimí mucho y me puse a escribir unos poemas. Lamentablemente, perdí el manuscrito más avanzado, mejoré de mi depresión antes de lo imaginado (qué ironía) y ya no sé cómo expresar lo que tenía.

A falta de ideas, algo bizarro. Vean escenas del primer matrimonio entre SAL 9000, conspicuo gamer japonés y Nene Anegasaki, heroína de Love Plus, su erogame favorito, cuyos desarrolladores advirtieron que empezaría a suplantar las relaciones con mujeres reales. Al parecer la amenaza ya se está realizando.

http://www.youtube.com/watch?v=ODcghgZh3mQ&feature=related

Algunos comentarios de negritos norteamericanos aparentemente indignados por tal osadía, ¿estarán resentidos porque el japo se les adelantó?

http://www.youtube.com/watch?v=gdMySPRhvXE&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=YeKxh7FakgI&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=kOP49luDifc&feature=related

Mientras éste otro sujeto especula sobre cómo han de ser los actos sexuales de esta pareja:

http://www.youtube.com/watch?v=EPqhFJNngTQ

PD: Por si no lo sabían, el año pasado en Japón se presentó un proyecto de ley para legalizar el matrimonio entre seres humanos y personajes de anime y videojuegos (¿y alguien decía que con el matrigay ya era too much?)

La iniciativa no prosperó, aunque sí se abrió paso otra en el parlamento nipón, por la que se han impuesto estrictas regulaciones a los contenidos de erogames: de ahora en adelante, quedan prohibidos los juegos con violaciones a mujeres o seres antropomórfico de aspecto femenino...

Nota del 09-12-09: Acabo de recibir de buena fuente la noticia de que se han anulado las nupcias entre SAL 9000 y Nene Anegasaki.... pues el primero ya estaba casado y la bigamia tampoco está permitida en Japón. Parece que no bastó la maniobra de casarse en Guam para salvar el impedimento legal.

Ahora sólo nos queda esperar a que un soltero haga el intento a ver si surgen nuevos reparos frente a tal enlace...

jueves, 15 de octubre de 2009

Sobre las marionetas




Despertó tras haber tenido sueños inquietantes. La habitación, cuyas ventanas daban al patio de un edificio, era relativamente reducida, estaba escasamente iluminada y apenas llegaban los ruidos de una construcción cercana. No pudo evitar sentir una atmósfera de tenso encierro. Por más que trataba de aclarar su mente, no podía recordar quién era ni qué había estado haciendo. Era como si nunca hubiese vivido.


Por un rato sintió que se le aparecían las turbadoras visiones del sueño y escuchó ruidos y voces que evocaban un peligro inminente. Sus sentidos estaban aguzados, alerta a las menores señales y sensaciones. Encendió la radio, esperando que la música lo tranquilizase, pero sonó una turbadora melodía atonal. Se levantó y se puso a caminar por la sala próxima al cuarto, pero no pudo alejar el temor. Finalmente regresó a la cama, algo más calmado, y cogió un libro. Eran las Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. La lectura de una de ellas, sobre una oscura culpa, un siniestro castigo e indecibles horrores volvió a sumergirlo en la intranquilidad.


Nuevamente cayó dormido por un lapso indeterminado, en el que ya no tuvo la sensación de haber soñado. Al volver en sí observó mejor el aposento. Había libros y objetos variados acumulados en repisas, una radio portátil, paredes desnudas de color blanco grisáceo. Pero lo que más llamó su atención fue una marioneta sentada en una silla junto a la ventana. Medía cerca de un metro de altura; su vestimenta podía considerarse un cruce de la de mago, payaso y hombre de mundo; llevaba un sombrero de guiñol. Su rostro estaba cruzado por una inamovible sonrisa cínica, a la vez burlona y distante que lo inquietaba en medio del silencio, que ahora era casi absoluto.


-Te saluda el yo que existe en tu mente. –escuchó decir a una voz vacía, monocorde, casi inhumana que parecía proceder de ninguna parte.


Trató de ignorarla, como otras voces que había escuchado confundidas entre el sueño y la vigilia. Pero al poco tiempo volvió a oírla.


-¿Por qué no contestas? ¿Acaso crees que soy una alucinación?


-¿Quién habla? –preguntó inquieto.


Estoy frente a ti.


Recorrió con la vista la habitación. Se fijó en la marioneta ¿Podía estarle hablando un objeto inanimado? ¿Estaría de nuevo soñando?


-Dudas que esto sea real, ¿no?


-Tengo que estar soñando. –se dijo a sí mismo mientras se llevaba las manos a la cabeza.


-¿Cómo estás seguro de eso? Cuando vives el día a día, ¿qué te asegura que ése no sea el sueño?


Parecía leer su mente. Tuvo la impresión de que jugaba sucio con ella.


-¿Quién eres? ¿Qué quieres decir con que eres el yo que existe en mi mente?


-Al final toda persona es para el otro la imagen que existe de ella en su mente.


-Tú no eres más que una marioneta y esto es una alucinación.


Su sonrisa no variaba pero ahora la sentía más amenazadora. Sintió que lo invadía el absurdo.-¿Qué no te asegura que tú no seas una marioneta y que tu vida no haya venido siendo una alucinación?


-Lo que dices no tiene sentido. –exclamó.


-Tu forma de reaccionar es predecible. Te resistes a lo desconocido porque temes que no haya retorno de ese trance.


No podía entender lo que le quería decir con esa voz inefable. Siguió un momento de silencio ominoso.


-Veo que te has quedado sin palabras.


-Quieres ponerme entre la espada y la pared, ¿verdad?


-Quienes viven huyendo acaban así. De tanto reír se olvida el horror. Pero el horror no desaparece, siempre está al acecho.


Entonces tuvo una sensación de espantosa familiaridad. Las frías palabras de la marioneta parecían traducir la soledad y el desconcierto que lo rodeaban. De un momento a otro ésta volvió a interrogarle.


-¿Quién eres?


-¿A qué te refieres?


-Según dices yo soy sólo un muñeco ¿Tú quién eres? ¿Cómo ha sido tu vida? ¿A qué personas conoces?


Se puso a hacer un esfuerzo por recordar pero todos esos detalles se le escapaban. Lo único nítido en su mente eran las imágenes de pesadilla y su inquietud presente.


Allá fuera volvió a oírse el ruido de la construcción.


-Eres un ser imperfecto. El hombre es un ser imperfecto. En una noche de estrellas, ¿no te sentirías abrumado por el infinito o temerías ser destruido por un evento cósmico: un agujero negro, una lluvia de asteroides, la explosión del Sol?


En ese momento, sin embargo, ni siquiera era capaz de concebir una noche estrellada.


-¿Qué quieres de mí? –le preguntó al muñeco mirándolo fijamente y con impaciencia.


-Aprecia tu situación. Estás sólo, no sabes quién eres, el miedo te paraliza, conversas con una marioneta, ¿crees que se puede estar más enajenado?


La sugestión iba afectándolo no sólo en un plano ontológico sino también en el fisiológico. Su estómago sufría extrañas revulsiones y sentía una indefinible nausea.


-Cuando estás con la gente, ¿cómo sabes que no hablas con ilusiones? El paso del tiempo va alejándolo todo, te va erosionando, todo lapso se vuelve más efímero y más mecánico ¿Sabes el desgaste que implica seguir viviendo así? Y aún más, te procuras mil distracciones pero cuando estás se agoten ya no habrá forma de escapar.


-¡Dios mío para!


-Ridículo, patético. Eres un payaso. Te sueltan a tu soledad y mira cómo te pones.


La sonrisa del muñeco lo iba sumiendo en la desesperación.


-Seres imperfectos. Ni con sus mejores fórmulas consiguen aprehender la trascendencia y si se acercan a ella, suelen enloquecer ¿Y cuantas de sus preocupaciones no son terriblemente banales? Se atormentan con ellas y a cambio consiguen librarse de sus dudas más hondas, aquellas que los dejan al borde del abismo. Y ahora, ¿no sientes que la realidad se desvanece a tu alrededor como cuadros de animación? ¿Notas el aire enrarecido?


-¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?


-Todo.


-¿Quién eres? –pronunció casi tartamudeando.


-Yo juzgo.


La naturaleza del diálogo y lo extraño del ambiente, que evocaba un extrañamiento absoluto, lo fueron dejando transido de un horror más profundo que el de sus pesadillas. No sabía si lo que tenía en frente era un robot, un demonio o Dios. Trató de dormir pero fue interrumpido.


-¿Por qué mentiste?


-¿Cuándo he mentido?


-No trates de ocultar tus actos. Yo sé lo que te niegas a ver. Sólo te mentirás a ti mismo. Ahora dime, ¿por qué robaste?


La repentina escalada en las acusaciones lo inquietaba.


-¿Es esto un interrogatorio?


-¿Por qué violaste?


-¿Qué clase de persona crees que soy? ¿Cómo te atreves a acusarme de cosas así tan alegremente? –reclamó indignado.


-No has respondido a mi pregunta.


¿Podría tener razón? Estando en ese cuarto él era incapaz de recordar cuanto hubiese hecho y a otras personas, aún lo más íntimo.


-Veo que ya no eres capaz de responder por tus actos.


-¿Qué insinúas infeliz?


-¿Por qué mataste?


Lo invadió una desesperación absoluta. De la nada una música semejante a la que lo había atormentado descargó sus inclementes acordes, los taladros de la construcción retumbaron y el sinsentido vital y la culpa por actos que no podía recordar lo paralizaron y atormentaron al mismo tiempo. La sonrisa y la voz inhumana del muñeco no lo dejaban en paz.


-¡¿Qué quieres de mí?!


El hombre, violentamente agitado, rogaba porque el suplicio acabara de cualquier forma.


-Veo que no te enfrentas a nada.


-¡Calla! ¡Déjame en paz maldito!


-Calma. Hagamos un poco de lógica. Tú sirves como un engranaje más del artificio humano, aunque ahora te hayas descompuesto. Veamos entonces: todo lo que sirve son marionetas. Los hombres sirven. Por tanto, todos los hombres son marionetas.

Al darse cuenta de su insignificancia, paralizado ante un desafío que parecía un juego insignificante al principio, estalló en un llanto que asemejaba una carcajada desesperada ante la inverosimilitud de lo que le estaba sucediendo. Atrapado en la infame habitación sin saberse dormido o despierto, persona u otra cosa, reducido a un pensamiento sin huésped, cayó en la cuenta de su condición.


Hubo un prolongado grito, sucedido por el ruido de un impacto y por el silencio. La marioneta, con su sonrisa inconmovible, seguía sentada en la habitación vaciada.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Reconocimiento inesperado: tercer lugar en poesía en juegos florales universitarios

Por primera vez mi poesía ha sido reconocida. Fue una sorpresa para mí y no casi tengo palabras para definir lo que sentí al enterarme. La verdad mi obra poética es escasa y responde básicamente a una necesidad emocional de liberar ciertos momentos de fuerte inquietud interior, dándoles un valor estético.

La universidad Ricardo Palma convocó a sus XIII juegos florales entre estudiantes universitarios de todo el Perú, en las categorías de cuento, ensayo y poesía. Me enteré del concurso 3 días antes de que se venciese el plazo para entregar mis trabajos, seleccioné 6 poemas -entre ellos Teorema cosmológico- y los mandé. A la semana siguiente, el 14 de septiembre tuve la nueva ¿Podrá decirse que ya soy un poeta laureado o es una ridiculez?

En todo caso esos 6 poemas serán publicados el año venidero en la antología del certamen. Supongo que para entonces tendré que ceder los derechos de autor.

Aquí les paso el artículo que se publicó en la revista de mi universidad dedicado al premio -dos compañeros también fueron galardonados:

www.pucp.edu.pe/q/images/documentos/.../suplementoq159.pdf

Me pregunto cuanto tiempo pasará hasta que tenga otros 6 poemas que valgan la pena listos... Igual, como deseo esperar tanto tiempo, considero que lo más significativo de mi verso está ahí y estoy seguro que por el momento no habrá inconvenientes de copyright les dejo para esta vez mi más reciente poema....

Encrucijada

Al compás del metrónomo implacable

se marca el plazo irrevocable

al alma desconcertada.

El despreocupado vagar

por los campos de ilusiones

cesa ante la decisiva encrucijada,

un paso en falso y la hecatombe.

Las señales se multiplican confusas,

la voluntad se estrella con murallas de papel

hasta estancarse en inabarcable congestión,

en cuyos buses se agolpan, resignados,

los espíritus en derrota

¿Seguir la estela de los sueños

hasta perderse en el olvido?

¿Marchar por la senda de las ambiciones

hasta fatigar el banquete de la extenuación?

Hoy empieza la brutal carga

contra la trinchera del mañana.

La euforia del día

se consume en la desesperanza de la noche.

Expedientes de obligaciones en permanente acumulación,

reglajes minuciosos de nuestra existencia,

de duendes que nos llaman y hostigan para no divagar

y cobrar letras de pago marcando los plazos

en que vamos haciéndonos esclavos de la ansiedad.

En la encrucijada del deber

yace desdoblado, crucificado, el ser.

Voluntad abandonada a su suerte,

a bordo de una balsa a la deriva navego

por océanos de indecisión

Y de repente, el milagro,

qferrándome a las cumbres de un paraje

de encantadas florestas y ruinas de tiempos superpuestos,

contemplando en el horizonte la encrucijada

Conquisto efímera, la liberación

De una lúcida felicidad.

viernes, 4 de septiembre de 2009

En busca de las muchachas en flor


















Acabo de regresar a Lima para empezar un nuevo semestre en la universidad. No hice gran cosa este verano, al punto que algunos calificarían las mías como vacaciones inútiles. Sin embargo, tuve el tiempo y el interés suficientes para indagar en el caso de un amigo víctima de una desventura sirviéndome de sus testimonios y de las ficciones que motivaban sus actos. El examen de este caso, si bien puede parecer trivial o inclusive ridículo para quien lo observe a la distancia me ha resultado esclarecedor sobre este colega, sus circunstancias y ciertos aspectos de la vida en general.


Era un sujeto atípico. En cierta forma como un fantasma que se sentía a la deriva en nuestro mundo. Esa impresión daba mientras paseaba con la mirada perdida por el campus, siempre llevando puestos unos grandes audífonos (que parecían sustituir a sus oídos) que contenían melodías casi siempre ligadas a las fantasías que lo dominaban. Estas consistían esencialmente de un corpus de animaciones, historietas, videojuegos, literatura fantástica y de ciencia ficción aparte de ciertos referentes clasicistas. Según decía, los cuentos de hadas y relatos como Alicia en el país de las maravillas marcaron su infancia hasta volverlo un rehén del país de los sueños. Estas ficciones y las especulaciones filosóficas (particularmente las estéticas) eran sus obsesiones, al punto que apenas hablaba de cosa alguna que no tuviese que ver con ellas. Estoy seguro de que pasaba más tiempo en internet y disfrutando de ciertas creaciones que interactuando con la realidad.


Lo conocí en nuestro segundo semestre en la universidad. Llevamos juntos un curso de apreciación cinematográfica y una noche, a la salida de una clase, entablamos conversación por accidente. Sorprendentemente, congeniamos. A ello contribuyó mi falta de amistades en la ciudad y el carisma que, a pesar de toda su locura, emanaba. Tenía un aire reconocible: de cabellera castaña leonada y sonrisa fácil, ni muy viril, ni muy afeminado, era de buen aspecto y sobretodo llamativo, pese a su vestimenta descuidada. Salvo yo, todos sus amigos parecían compatriotas de su submundo, con quienes mantenía apasionantes discusiones absolutamente irrelevantes para quienes no pertenecían a aquel círculo.


Había pasado algo más de un año de conocerlo, durante el cual fui contagiado de algunas de sus aficiones cuando me refirió una vieja obsesión suya cuyo estudio ahora deseaba sistematizar. Se trataba de una caracterización o tipología de lo femenino: las muchachas en flor. Las definía como mujeres que conservaban rezagos infantiles en su aspecto, gestos y conducta. La adoración, la ternura y el deseo de protección eran los sentimientos que estas nínfulas inspiraban. Según sostenían los entendidos, este tipo de mujer sólo existía en ciertos videojuegos, historietas y animaciones japonesas y tenía sus antecedentes en cierta literatura esteticista decimonónica de la belle epoque. En sentido contrario, él afirmaba que este tipo de mujer tenía referentes en el mundo real y que sólo hacía falta una buena observación y tipificar sus características. Su clasificación de este singular tipo de mujer –que desarrolló en una serie de ensayos publicados en internet- contenía, entre otras categorías: lolitas (muy infantiles), vacunas (voluptuosas), principescas (esbeltas y refinadas), gelígneas (falsamente frías), cristalinas (de lentes) y angelicales (indefensas, saturantes). Para probar su hipótesis me presentó algunas compañeras que supuestamente poseerían rasgos de estos arquetipos.


-Si quieres que hayan unicornios no lo conseguirás poniéndole cuernos a los caballos. –fue mi comentario frente a sus despropósitos.


-Ciertamente este tipo de chicas no existe en estado puro pero su referente necesariamente se basa en la realidad. –me respondía con lucidez impropia de él.


Creo que mi colega, percibiendo la imposibilidad de encontrar alguna mujer que se ajustase suficientemente a su fantasía, estaba por desistir. Sin embargo, a raíz de un curso de Filosofía revivieron sus esperanzas.


Mientras estudiaban a Kant y a Hegel hizo dos descubrimientos que determinaron el curso de su investigación: una ficción animada que causó profunda impresión en su espíritu y una joven que parecía la concreción de su Ideal (si bien más en el sentido platónico que el de los maestros germanos). De la primera exclamó exaltado que se trataba de una logradísima síntesis de lo bello y lo sublime en su mezcla de bellas muchachas en flor, acción desgarradora, audaz lenguaje visual y profundo mensaje que revindicaba las artes y la capacidad redentora del amor. De la segunda decía que era la versión en carne y hueso de una de las heroínas de la joya en cuestión.


-No me había fijado en ella hasta descubrir esta obra y este personaje. El parecido me excita. –añadió esa vez.


Cuando me la presentó no pude negar que esta vez sí parecía haber atinado. A primera vista diría que se asemejaba en un 70% a su referente gráfico y era, por cierto, bastante atractiva. A través de las conversaciones que sostenían después de clases fue acumulando información sobre ella. A partir de lo que pude ver y conocer la siguiente sería una semblanza aproximada de aquella a quien él siempre se refirió como la muchacha en flor.


Tenía 19 años. Su cuerpo, a la vez voluptuoso y estilizado, estaba bien formado por la práctica del deporte, aunque era algo baja. El cabello castaño le llegaba hasta poco después de los hombros y formaba por momentos un cerquillo en su frente. Tenía rostro de niña, con nariz y boca breves, y unos traviesos ojos verdes sobre los que se colocaba unos lentes de cuando en cuando en clases, que la hacían verse más encantadora. En su vestimenta predominaban el color blanco y el rosado (a veces mezclados con colores oscuros) y muchos de sus trajes llevaban un lazo atrás. Su voz era dulcemente aguda, con un lenguaje caracterizado por ciertas frases típicas tales como igual y, es verdad, y hombrecito. Más de una vez la encontró en pleno campus enzarzada en juegos infantiles y a veces llevaba algún peluche o colorido bolso a clases. Sus gustos en general eran refinados (aunque salvo en filosofía no coincidían con los de su admirador) y su conversación agradable. Asimismo sabía que no manejaba ni trabajaba, que dominaba el inglés y estaba aprendiendo francés, que se distraía fácilmente, solía sufrir de gripe y de una ligera anemia, tenía debilidad por los dulces, había atravesado algunas decepciones amorosas y era bastante apegada al padre.


A medida que avanzaba el curso la fue deseando crecientemente. Tenía poca o ninguna experiencia con las mujeres y era bastante torpe en el cortejo. Trataba de aprovechar los diálogos filosóficos después de clases para acercársele pero padecía de una continua interferencia por parte de los amigos de ella, a los que calificaba en su mayor parte de gente superficial y vulgar. En vísperas del examen final, cuando la estuvo ayudando a estudiar y ella mostró un inusual interés por él, se armó de valor y tomó la decisión de confesarle sus sentimientos a la salida de la prueba. Sin embargo, nuevamente fue interferido por su círculo de amistades, con el que ella se fue a festejar, dejándolo varado en el paradero.


Otros se habrían dado por vencidos llegado ese punto. Sin embargo, él insistió.


-Me parece muy bien que por fin te intereses en una mujer real pero, ¿no crees que deberías tomarte esto con más calma?


-¿Cómo puedes pedirme eso? Ella es la realización de mis sueños de tantos años… ¿Dónde voy a encontrar una que se ajuste tan bien a mis arquetipos? Ésta es mi oportunidad de llevar la investigación a sus últimas consecuencias.


Hablaba con una pasión inusual aún en comparación con el resto de sus fijaciones. En realidad no la amaba a ella sino a la muchacha del cuento de hadas de la que estaba convencido que era la encarnación. Incluso confesó que su mayor fantasía era hacerla usar uniforme escolar y lazos en el pelo… ¡como su alter ego! Para él la providencia (o el mágico azar) la había puesto en su camino precisamente en medio de su decisiva indagación y en un curso de Filosofía. Por ello en los meses venideros su acoso proseguiría sin tregua.


Sin embargo, en todo ese tiempo tuvo menos oportunidades de andar con ella. Las conversaciones de Messenger solían estar presididas por largos silencios de su parte, que lo forzaban a conducirlas como si fuesen interrogatorios. Más o menos lo mismo sucedía cuando se veían. Alguna vez llegaron a salir sin que sucediese gran cosa. Lo más grave es que comencé a percibir que quien se estaba pareciendo cada vez más a la anhelada muchacha en flor era él, pues fue interpolando varias acciones y actitudes de la misma en su esfuerzo: la seguía, daba muestras excesivas (e inútiles) de afecto, le preparaba y regalaba comida, trataba de entretenerla mientras ella (con un cierto paradójico parecido al amado de su supuesto alter ego) rechazaba sus avances aduciendo estar muy ocupada con los estudios y alguna vez incluso olvidó su nombre. En suma, era sumiso, débil y frágil.


Esta desafortunada imitación llegó a su climax cuando él le mandó una andanada de mensajes de texto cada vez más desesperados recordándole una cita que nunca llegó a concretarse (finalmente resultó que a ella se le había malogrado el celular, lo cual dificultó aún más las comunicaciones). Y aparte de este hubo una sucesión de malentendidos que complicaron todo acercamiento y que según él arruinaron sus preciosas oportunidades.


Finalmente creyó sus plegarias escuchadas. Ella lo llamó desde su nuevo celular, pero no pudo contestarle, por lo que le dejó algunos mensajes. Ella le respondió a su vez con otros más y quedaron en encontrarse el lunes en el patio de su facultad. El corazón se le aceleró. A mediodía se vieron.


-Justo me acordé de que eras bueno en Filosofía y pensé que podías pasarme tus exámenes para que los revise un amigo que está llevando el curso con el mismo profesor. –le dijo con su voz edulcorada.


Fue un golpe bajo, ¿qué habría dicho su bienamado Kant de la forma en que ella lo trataba como un simple medio? Aún así no pudo evitar entregarle las fotocopias de esas pruebas, hipnotizado por la dulzura que su heroína emanaba. Luego quiso acompañarla a ver un partido en el campo de fútbol pero ella se mostró fría y a cada momento parecía querer librarse de él. En el camino se cruzaron con el beneficiario de sus conocimientos filosóficos, un joven con aspecto deportivo que calificó de un tanto insípido, antipático y dado a usar muy a la ligera la palabra filosofía. Un par de días después los divisó besándose en un jardín y ella ahora afirmaba que le habían robado el celular cuando le preguntó por qué ya no contestaba a sus llamadas.


Nos encontramos al poco tiempo de que hubiese experimentado aquella decepción. Se veía indignado. Lo invité a salir y hacer algo para olvidar todo.


-Ella habría sido la primera. –me dijo mientras comíamos en un sitio cerca de la universidad.


-Ya habrán otras, no es tan difícil que caigan.


-Quería que fuese algo especial. No quería desaparecer de su vida.


No supe que decirle. Entonces él sacó un diario donde me señaló que estaban escritos los pormenores sobre ella y la relación que entablaron. También anunció que había enviado a mi correo electrónico las conversaciones virtuales más saltantes que mantuvieron. Las clases habían acabado y en dos días debía regresar al Cuzco por lo que le pregunté qué haría en esos meses.


-Mi amor, ella tiene que sentirlo. –dijo como ensimismado.


Se puso a hablar de cómo quienes defraudan sentimientos tan intensos y persistentes como los suyos haciendo como si ni siquiera los percibiesen deben pagar una reparación. Él le haría pagar. Quise pedirle más detalles, pero sólo me insistió que no tendría manera de ignorar lo que había sentido por ella. Seguimos caminando hasta tarde en la noche, al final sorprendentemente pudimos conversar de temas más banales, aunque siempre sus temas.


No he vuelto a saber de él desde entonces. No ha aparecido ni en el campus ni en la red. Creo haber dejado el principal testimonio acerca de este misterioso amigo que deambulaba entre nuestro mundo y sus ensoñaciones virtuales. No puedo negar el influjo que ha tenido en mi vida, he heredado algunos de sus vicios y obsesiones.


Últimamente consumo varias de las producciones que me refería, releo sus curiosos ensayos de estética y debo decir que cuando veo chicas carentes del encanto que él evocó pretendiendo imitarlo con accesorios como orejas de conejo o trajes llamativos siento un cierto fastidio. Pero por fortuna en el momento en que termino estas notas me encuentro al lado de una criatura naturalmente encantadora. Tiene un sugerente uniforme de escolar con una flor y lazos en el cabello, la voy a llevar a una fiesta de disfraces esta noche. Creo haber cumplido adecuadamente los deseos de mi colega. Debo agradecer al diario, las conversaciones que recibí de él antes de las vacaciones y a la mayor facilidad de trato que poseo mi buen éxito con ella. Claro que a mi me gusta por lo que es y no por lo que parece... creo. Y aparte, hace tiempo que buscaba estar con flaca en Lima.


No abundaré en pormenores sobre cómo tuve la facilidad de la que mi amigo careció para realizar sus propias fantasías, quedándome con esta joven tan llamativa que le quitaba el sueño. Más de una vez he pensado en él, sintiendo gratitud por cómo me acogió. Si llego a verlo en un futuro cercano espero que volvamos a pasar buenos ratos y saber qué ha sido de su vida. Aún así preferiría mantener apartado el tema de mi reciente conquista. Estimo que ni él ni ella saben nada acerca de mi relación pasada con el primero y presente con la segunda. Eso, supongo, es lo mejor. Lo contrario seguramente desataría un molesto melodrama que me quitaría tiempo que no me sobra y amargaría notablemente mi carácter cuando todo anda bastante bien y empiezo a asentarme en esta ciudad.


Recientemente, sin embargo, tuve un encuentro, que no puedo dejar de anotar. Mi nueva pareja y yo paseábamos por el campus cuando pasamos por uno de los comedores y en una de las mesas del patio externo presenciamos algo que me dejó perplejo y que a mi acompañante pareció ocasionarle cierto horror: una joven muy parecida a ella conversaba con unos sujetos (identifiqué a uno de ellos como un compañero de aficiones muy próximo a mi desaparecido amigo). La semejanza con mi acompañante era chocante sobretodo porque la muchacha parecía una versión que exageraba sus rasgos adorables: ojos grandes; cabello castaño semilacio, semilargo, con cerquillo; complexión suavemente voluptuosa; piel blanca y sonrosada; facciones finas e infantiles, voz dulce, gestos muy delicados. Y además estaba disfrazada, vistiendo un uniforme casi idéntico al del personaje al que mi compañero febrilmente creía que se parecía la chica que ahora estaba a mi lado. De no haber sido más alta y notarse algo de artificial en su aura seguramente la habrían confundido a ella y su inoportuna imitadora. Debo decir que, ante su misterioso e irreal encanto, sentí cierta atracción. Nos quedamos observando desde lejos, no atiné a acercarme, mi compañera, casi indignada, me exigió que nos fuésemos. Antes de retirarme noté que la nueva muchacha en flor había cruzado miradas conmigo y que me guiñó un ojo.


Su mirada fue como un deja vu. Recordé a mi colega y todas esas conversaciones en que le brillaban los ojos hablando de jóvenes como la que tenía en frente. Sin embargo, quise creer que fue una simple corazonada.

lunes, 31 de agosto de 2009

Teorema cosmológico












La política y sus vaivenes,

Los romances y relaciones,

Los negocios y ambiciones mundanas

Por el absoluto abrumadas

Nuestras construcciones son arbitrarias constelaciones.


Haces brumosos, inconmensurables

Flotando, danzando en el infinito,

Los espejos y biombos caen en el abismo,

La emboscada a la realidad,

Rebelión del vacío a la que sucumbe el sentido.

De la lucha en el desierto del ser

Quedan la angustia, la nausea, la nada hasta la saciedad.


El espíritu ha evacuado,

El mundo ha vomitado.

El tiempo como carrusel,

Se consume hasta desaparecer

¿Arder fugazmente y ser abatidos

de improviso en el estallido cósmico?

¿Agonizar apaciblemente, fluyendo,

evaporándonos a través de velos cíclicos?


Cristales rotos, frenesí nervioso, canto de pájaros

Vagan perdidos, aplastados con el firmamento

De cuya confrontación retorno al mundo vaciado

Cual profeta, viendo un tenue brillo

suspendo el escepticismo,

este salvavidas anhelo:


Cambio Estancamiento

Vida ----------------- --><----------------- Entropía

Adversidad Proyectos Apacibilidad Complacencia


No distingo si es pensamiento cosmológico o insensatez

¿Hasta donde nos aliviará este dialéctico teorema?

sábado, 29 de agosto de 2009

Mistificaciones

Este cuento le da título a este blog y por lo mismo lo estreno con él. No lo considero actualmente mi obra maestra -aunque cuando lo escribí muchos lo consideraron mi mejor relato hasta entonces- pero igual le tengo mucho aprecio, casi tanto como el que tengo por mi primer cuento Paseo por Lima (el cual colgaré más adelante). Fue con esta narración que quedé en segundo puesto en la bienal de Estudios Generales Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú del 2007 y la pieza con la que me siento más orgulloso de las que produje en el taller de narrativa de la misma facultad.


Curiosamente, es mi cuento más corto...


Mistificaciones



Comentaré en estas líneas –brevemente por razones de espacio- el caso de un paciente y de sus un tanto delirantes tentativas para comunicarse con quien llamaba su musa. Arroja, por demás, algunos interesantes indicios de obsesión, fetichismo y pasión por la invención.


Mi paciente se decía inspirado por la obra de Borges. Su historia, sin embargo, me evoca también los tormentosos relatos de Sábato. Quizás del autor de Ficciones mi relación tenga el gusto por la mistificación que hace de él buen material para ficciones y metaficciones.


Llevaba ya varios meses tratando al sujeto en cuestión, un joven de viva imaginación –aunque un tanto malograda por el gusto por lo escandaloso y lo insólito-, algo idealista y disperso. Solía conversarme sobre asuntos de casa, estudios e ideas y proyectos suyos. Convivía en él un elemento racional con otro mágico y sobrenatural. Este último aspecto se manifestaba en su valoración del azar en la vida y de los sueños, que lo llevaba a obsesionarse por el límite entre realidad y ficción y la posibilidad de crear nuevos “Yo”. Esto y su vocación literaria contribuían a que gustase de poetizar sucesos de su existencia, yo diría, de mistificar. Debo agregar que era un asiduo usuario de Internet.


A mitad de una de nuestras sesiones me comentó de una obra de metaficción –fanfic en este caso, un relato basado en una obra ya existente que suelen publicar libremente aficionados en Internet- que estaba escribiendo en el que la realidad comenzaba a imitar a una serie de ciencia-ficción. Pensé que estaría frente a otra discusión sobre sus méritos como autor, para mi sorpresa, pasó a referirme de una joven que había conocido en esos círculos.


Era extranjera, la había contactado un año atrás por intermedio de un colega que había conocido en un foro y del que, poco después, perdió el rastro. Según me dijo, ella le fue de mucha utilidad en unos meses que fueron de gran trascendencia en su vida. Incluso me la llegó a mencionar de pasada entonces pero no le presté mayor atención.


Desconocía casi todo sobre ella. No sabía siquiera como se llamaba ni como se veía. A falta de mayor información, me pasó la presentación que hacía de sí misma en Internet. Era bastante extensa y consistía de diálogos, reflexiones y versos libres, junto con escuetos y sueltos detalles sobre sí misma y una algo más detallada descripción de sus gustos, intereses y proyectos. Con esto y con lo que me comentó de sus conversaciones con ella pude esbozar un cuadro de la persona en cuestión:


Primeramente le atraía lo chocante –lo sangriento y lo obsceno- y sentía devoción por la cultura oriental, infiero que mayormente por ser amante de la animación japonesa. A simple vista parecía una personalidad contradictoria (es inusual, creo, darse con una dark metalera aficionada a la obra de JK Rowling) pero debía tener que ver con su fuerte pensamiento mágico formado por una confusa mezcla de supersticiones New Age –un cambalache de neopaganismo con toques cristianos, interés por la hechicería y creencias en la reencarnación y el poder divino de los sueños; por nombrar solo lo más resaltante. Decía tener una activa vida cibernética –mi paciente me dijo que era asimismo hábil para la informática- y su estilo literario era correcto, aunque empañado por el mal gusto y su propia forma de ser. De su vida personal llegué a saber que tenía una brecha grande con sus padres –quienes estaban separados-; que iba a manifestaciones antitaurinas para fastidiar a la madre; que tenía una relación cercana con su hermanastro de parte materna –quien le llevaba 15 años, era marino y no parecía tener mucho en común con ella-; que era un poco descontrolada, se sentía diferente a la mayoría, decía creer en la venganza y ¡Oh cosas de la vida! gustaba de decirle confidencias a los psicólogos. Una frase suya llamó mi atención: Quiero a quien me quiere, amo a quien me ama, pero destruyo a quien se enamora de mí.


Me pareció que tenía trastornos de personalidad, resentimiento social y tendencia a evadir la realidad y crear fantasías.

El punto es que hacía meses que no hablaban. El narcisismo de mi paciente, sus locas ideas como creador –que hacían quedar a las de la autora como bastante más convencionales- y su impaciencia para conversar, contribuyeron al parecer al rápido desgaste de su relación y ella acabó bloqueándolo de su cuenta de MSN. Al poco tiempo, sin embargo, él se creó otra y volvió a agregarla, revelándole de inmediato quién era. Asimismo, le pasó su correo a una chica que acababa de conocer por accidente –y que tenía cierto parecido con la otra- y pensó usarla como enlace.

Pudo conversar de nuevo un par de veces con ella y hasta le volvió a dar consejos pero al poco tiempo y, al parecer de la nada, lo bloqueó nuevamente. A pesar de que esto le afectó, en verdad habría pasado la página de no ser por una de esas intervenciones del azar que le eran tan caras.


Su madre le dijo que viajaría, por motivos profesionales, al mismo país de donde ella era y lo invitó a acompañarla. No supo las secretas motivaciones que motivaron a su hijo a aceptar con entusiasmo la propuesta. El viaje, que sería en mes y medio, despertó repentinamente un fuerte apremio en él por contactar de algún modo a su esquiva benefactora.


Intentó enviarle un correo en el que preguntaba por ella, mas no obtuvo respuesta. Ante este estado de cosas ideó un plan desesperado que bautizó como Operación Metaficción: Crearía una nueva identidad con tal de estar con ella.


Comenzaría por inventar a un nuevo autor de fanfics y procurar que su presentación en Internet se pareciese lo menos posible a la suya. Le daría un nombre, una vida, una obra, una forma de hablar e inclusive una personalidad distinta a la suya. Este personaje, cuyo papel él asumiría como si de una obra teatral se tratase, la agregaría a su cuenta de MSN. De no aceptar a su alter ego, éste le enviaría un mensaje en el que le diría que había leído su presentación y que la invitaba cordialmente a conocerle. Una vez agregada, conversaría con ella –se aseguraría de no evocarle en nada a sí mismo-, entablarían amistad y unos días antes de viajar, le anunciaría su inminente venida y quedarían en encontrarse.


Le previne que su plan era descabellado y que su éxito era inseguro. Era un exceso que diese tanto por aquella misteriosa hada cibernética.


-No es por amor, es por honor. –Fue su respuesta más contundente a mis objeciones.


Me añadió que, si todo esto fallaba, haría contacto con alguna de sus amistades. Esto lo haría aprovechando que los correos de algunas de ellas aparecían en un mensaje que le había mandado en el tiempo en el que ellos todavía hablaban entre sí.


No sé cuál haya sido el desenlace de esta historia. A poco de hablarme de todo esto, el paciente no volvió a tocar el tema y, después del viaje, dio mis servicios por finalizados. Creo que lo suyo era en cierta forma –platónica ciertamente- amor. O –me inclino más a pensar esto- ella era un ente abstracto, una proyección de necesidades emocionales y afectivas suyas, un fetiche. Pero, en su descargo, diré que creo que tenía razón cuando decía que todo artista tiene el derecho a conocer a su musa.